26 abril 2006

El mejor pastor de Navarra (1). Pero mejor que no saque premio


El 18 de septiembre del año pasado, cuando cien mil ovejas empezaban a entrar a las Bardenas por El Paso, a José Antonio Ballent Urrutia le dieron el premio al rebaño mejor cuidado. Mil eurazos. Pero nos dijo que casi no le salió a cuenta: “Ese día llevaba en el bolsillo 280 euros, y todavía tuve que pedir 50 más a un amigo porque no me llegaba para invitar a todo lo que me pedían los demás pastores: que si un whisky… pero si tú no te has tomado un whisky en tu vida, mecagüendiez. Y lo peor, nos tuvieron a mí y a los otros dos finalistas desde las tres y media hasta las seis y media en la sobremesa con las autoridades, esperando a ver a quién le daban el premio, y en ese rato estaban todos los demás pastores comiendo el calderete, de fiesta. Hay un matrimonio de Pamplona, gente maja maja, que me conocieron hace quince o dieciséis años y desde entonces todos los años vienen a la entrada de El Paso y me traen unos licorcicos, comemos juntos, y la señora me teje todos los años un jersey. Yo ya le digo que pare, que tengo varios sin estrenar. Bueno, pues ese matrimonio también me tuvo que esperar hasta las siete, y me dijeron que mejor que el año que viene no saque premio”.

José Antonio lleva 53 años con las ovejas, desde que empezó con 14 hasta ahora que tiene 67. Es de Otxagabia pero ahora vive en Arguedas (un caso muy común: pastores de los valles pirenaicos que se casan con mozas de la Ribera, los curiosos lazos de la trashumancia). En primavera sube con su hijo y sus mil ovejas desde las Bardenas hasta Otxagabia y los rasos de la sierra de Abodi, seis jornadas de caminata: “Como muy tarde rancamos el 5 de mayo, porque para el 20 ya empiezan a parir algunas ovejas y no pueden hacer todo el camino con la panza”. Y en septiembre bajan de vuelta a las Bardenas, como otros 100 o 120 pastores que vienen desde los valles del Roncal y de Salazar, o desde la sierra de Urbasa, para aprovechar las 42.000 hectáreas de pasto de las Bardenas durante ocho meses.

La tercera etapa de la vespa había sido precisamente entre Otxagabia y Arguedas, los dos pueblos entre los que va y viene José Antonio desde hace más de medio siglo. Nos preguntó cómo habíamos visto la hierba por allá arriba, en la sierra. Me acordé de que los esquimales tienen 27 palabras para nombrar los distintos tonos del blanco, porque nosotros sólo supimos responder: verde. Intentamos decirle algo más informativo: bastante verde.

Entonces José Antonio nos contó la historia del pastor que empezó a cruzar con su rebaño el polígono de tiro de las Bardenas, justo cuando los cazas estaban bombardeando el terreno (mañana más).

7 comentarios:

Unknown dijo...

¿Es ya mañana?

eresfea dijo...

Magnífico pefil pastoril.
David, corre las cortinas del fondo...

Anónimo dijo...

La foto de David parece de una peli de Orson Welles, el primero que trabajaba la profundidad de campo así. O más recientemente, de Los Simpsons, en los que siempre ocurre algo detrás de la acción principal. Seguro que pasa el pastor por ahí.

Anónimo dijo...

Las ovejas también deberían figurar en la jaula de partidos. Y José Antonio podría poner un poco de cordura como portavoz.

momodice dijo...

¡Qué canalla! Ha cortado el relato en lo mejor. Quiere estar seguro de que mañana volvamos.
Con lo del premio me he acordado de un reportaje que hizo El País un tiempo después de que en un pequeño pueblo tocara una millonada en la lotería. Todos estaban económicamente peor que antes del sorteo. También decía que se el día que cayó el gordo se vendieron todas las camisas blancas que había en las tiendas del pueblo.

Unknown dijo...

si pudiera ir ahora hasta las cortinas...

Anónimo dijo...

Esto va a ser un Vesp-Seller.

Yo hice un reportaje en Huarte-Arakil el día del pastor, poco después de que descarrilara el tren y murieran ¿5? personas, y aparte de que los quesos estaban cojonudos y de que también había un campeón de pastores, pasó por allí uno de esos pastores vascos de Reno que aparecen en "Los sótanos". Y esto ya parece un relato de Paul Auster. O eso quisiera yo...