No teníamos una relación muy estrecha pero sí compartíamos una intensa complicidad viajera. De hecho, Dani Ruiz fue la primera persona que vio este blog, a mediados de febrero, cuando sólo era un borrador. Dani murió a los pocos días, repentinamente, el 25 de febrero. Tenía 26 años y, como dice su amigo Alberto, un capazo de sueños.
En la semana anterior a su fallecimiento, después de varios meses sin saber nada el uno del otro, nos habíamos escrito un puñado de mails. Le envié fotos de un reciente viaje por Túnez y él me respondió que conocía ese país, que las fotos le traían muy buenos recuerdos, y se relamía con la idea de futuras escapadas. Me preguntó si planeaba algo y le hablé de Vespaña. En aquellas fechas yo aún no tenía la vespa, pero acababa de hacer las primeras pruebas de este blog y le pasé la dirección para que echara un vistazo.
Me respondió que se le habían puesto los dientes largos. Y me escribió unas palabras que ahora estremecen: “Mi enhorabuena y mi envidia por haber tenido la pericia necesaria para hacer del viaje tu manera de habitar el mundo. Ojalá llegues a parir muchos más viajes y muchos más libros”.
Me queda un recuerdo de Dani grabado a fuego: la fascinación ante un mapa de carreteras. Fue en la primavera del año pasado, en un bar de Azpilagaña (Pamplona). Habíamos quedado porque Dani planeaba viajar en coche con un amigo hasta Cabo Norte (el punto más septentrional de Europa, en Noruega) y yo había hecho ese viaje unos años antes, en moto con Josema. Pedimos dos cañas y Dani sacó uno de esos grandes mapas, en cuaderno de espiral, con todas las carreteras de Europa bien detalladas. Pasamos las hojas, comentamos el itinerario por Escandinavia, las mejores visitas, los problemas de algunas fronteras. Y al final, cuando ya habíamos repasado todas las ciudades y todos los cruces, nos quedamos un rato hojeando el mapa, pronunciando como tontos los nombres de los pueblos croatas, finlandeses, moldavos. Ese día, qué cosas, se me enganchó en las neuronas el nombre de la ciudad húngara de Hódmezovásárhely.
Fui más rápido que Dani y pagué las cañas. Acordamos que la siguiente vez que quedáramos para planear un viaje invitaría él. Vespaña era un buen motivo, pero esas dos cañas han quedado pendientes, y ahora cuelgan de la memoria como uno de esos terribles cabos sueltos que dejan quienes mueren de repente.
En su último mensaje me escribió que debíamos seguir contándonos los viajes, “para avivar ese corazón nómada siempre insatisfecho”. Y que estaba deseando recibir y leer las “crónicas véspicas”. Ahora que empiezo a escribirlas, sé que con cada una de ellas echaré de menos a un gran tipo. Ojalá el recuerdo de Dani nos sirva, al menos, para contagiarnos su alegría, su enorme corazón y su entusiasmo.
17 abril 2006
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4 comentarios:
Lo siento muchísimo, Ander. Ánimo.
Un beso y un abrazo fuerte
Ander, siento que te acompañe ese recuerdo, pero... ¿cómo murió?
En efecto, un capazo de sueños, como te dije.
Y una estupenda novia.
Y unos ideales siempre abiertos al florete dialéctico y la confrontación intelectual (esos interminables correos que nos escribimos hace un año sobre la salud de la izquierda española: para mí, cerca de la rendición, para él, en vías de redención).
Y una tesis sobre diálogo intercultural en marcha.
Y hambre de vida. Y curiosidad implacable. Y sonrisa permanente.
Lucía: Dani murió mientras se bebía la existencia a sorbos. Con su novia, sus amigos y gozando hasta el límite. Riendo (no, no podía ser de otra manera).
En una carrera de karts, a las afueras de Pamplona, mientras iba ganando (no, no podía ser de otra manera), sufrió un derrame interno. Sus intestinos...
Muy bello lo que has escrito de él, Ander. Me ha emocionado.
Siempre te adelantas para pagar las cañas, ¿eh?
Muy triste historia. Mucho ánimo.
Mapas. ¿Cuándo creamos el club de amigos de los mapas? Cuántas tardes han salvado.
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