Puedo contar con los dedos de una oreja las cosas que me ponen carne de gallina. Hoy he descubierto una: la mar cabreada en la Costa da Morte. Menuda congoja. En Punta Roncudo, las olas reventaban contra los acantilados con tanto empeño y tanta furia que el mar parecía una bestia líquida con muy mala intención. El rugido del Atlántico, la espuma, la cortina de salitre, y para redondear el toque trágico de la escena, las cruces de los percebeiros muertos en la zona.
Precisamente en el pueblo de Corme me he encontrado con Benito, un percebeiro de mi edad, que hoy tenía paro forzoso porque hacía "mucha mar, demasiada". Me ha explicado que de octubre a abril cogen erizos (imagino el gesto prieto de lectores uruguayos o argentinos), y que de abril a octubre, percebes, navajas, lombrices. También me ha contado por qué últimamente no mueren percebeiros: son gente más joven, mejor preparada (Benito, en sus ratos libres, se dedica a abrir vías de escalada en paredes de granito), llevan salvavidas, trajes de neopreno, cuerdas. Casco no, porque hay que escuchar bien la mar, hay que escuchar cada ola, no sea que venga una mala, o una malísima, como aquélla que se llevó a tres hermanos de un solo golpe aquí mismo.
He pasado por Laxe y he parado a comer en Muxía. El pueblo estaba desolado: nadie en la calle, nadie en el puerto, nadie en los bares y las terrazas del puerto. Entre callejuelas he encontrado una tasca que prometía comida casera. El dueño, un falangista de tomo y lomo (los detalles reveladores los dejo para cuando escriba el libro Vespaña, je, je), me ha dicho que no tenía nada más que empanada de atún y un arroz con carne que estaba preparando para su mujer y para él, porque no había turistas ni nada. Vale, he compartido la comida. La empanada era de cuando Fraga hizo la Primera Comunión. El arroz estaba pastoso y soso. Y por esta comida más un café el muy jetas me ha cobrado 10 euros (como para 9 cenas en el paseo marítimo de Ribadesella :-).
He salido a la desolada Muxía, pero tampoco entendía muy bien por qué Paco me dijo que en este lugar él siempre se sentía raro, "es un sitio telúrico", me dijo, que es una palabra que nunca se sabe muy bien qué quiere decir, y que por eso a mí me encanta usar. La empanada del falangista, por ejemplo, era telúrica de narices. Total, que de repente he comprendido lo que le pasaba a Paco. He llegado al faro de Muxía, donde también se levanta el Santuario de Nuestra Señora de la Barca. Esta iglesia es una mole de granito, un cubo enorme sin ningún detalle ornamental, un bloque bruto (incluso diría que bastante telúrico) colocado allí, enfrentado al mar, con la fachada encarada al océano, como para detener la furia de las olas, que también aquí revientan y revientan como si acabaran de inventar las olas y estuvieran probando el prototipo. Pero lo más inquietante era el último tramo de costa: un almacén de tremendas rocas de granito, fragmentadas en un millón de piezas pulidísimas, todo muy raro, muy grande, desproporcionado. Se veían formas casi orgánicas, como torsos de monstruos, he caminado entre ellos y he recordado una pesadilla de infancia que se repetía muchas veces y que no puedo explicar, algo relacionado con bloques grandes y amenazantes.
He visto varias veces a gente desazonada ante un paisaje, nerviosa, con ganas de irse, pero pensaba que eso no me pasaría a mí. Pero hoy me he ido de Muxía con una inquietud y un desasosiego que nunca había experimentado, con la impresión de que allí flotaba algo maligno.
Yo creo que la empanada del falangista tenía algún resto de hidrocarburo del Prestige.
(En esas rocas de Muxía me he acordado de Nerea, que decía que los lagos le parecían malignos. Pero también decía que con gafas de sol no oye bien y que los chinos le dan sueño, así que...).
(Después he llegado a Finisterre -hermoso y, sí, un poco telúrico también, pero nada que ver con el temible paraje de Muxía- y ahora estoy en Santiago. Mañana, si sigue aguantando la lluvia, quiero tirar hacia las Rías Baixas).
(Otro comentario notable de un paisano, de un pescador jubilado de Laxe que me ha preguntado si andaba de viaje. Le he explicado que con esa vespa venía de San Sebastián, que quiero pasar varias semanas de viaje... Y el hombre ha cerrado la conversación así: "Bueno, total, tenemos que morirnos igual").
19 mayo 2006
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8 comentarios:
Eso de que con gafas no se oye bien me recuerda a mi abuela cuando veíamos la televisión sin parar de hablar: "Calla, que no veo".
El blog, además de gastronómico, se está volviendo telúrico, o bosquimano o algo así, pero va muy bien.
Pues a mí me llama mucho eso de que un viejo te mire y la respuesta sea: “Total, tenemos que morirnos igual”.
¿Vas a bajar de Galicia por la ruta de la plata?
¿O te vas a internar en Portugal?
Me da lo mismo, pero prefiero saber lo que va a pasar. Hace años que renuncié a las sorpresas.
En un comentario de texto de BUP puse que la oda a Ramón Sijé de Miguel Hernández era un poema "muy telúrico". Al profesor le moló bastante, pero yo me siento mejor después de confesarlo.
La Mar es mala mujer, es el título de Raúl Guerra Garrido, editorial Mondador, Madrid 1987; un vasco de Pasajes, 57 años, enamorado de la Mar, cuenta con estilo barojiano una larga historia de amor.
La mujer es la más peligrosa de las mareas ¡! dice el autor.
RABELAISEN ZITA BAT, GARGANTUA LIBURUKO HITZAURREAN DAGOANA. ZURI ONDO DAGOKIZUNA. EA ZER DERITZOZUN...
"Por lo tanto, interpretad con benevolencia todos mis dichos y hechos, reverenciad el cerebro caseiforme que os alimenta con estas hermosas fruslerías y, siempre que sea posible, consideradme como un hombre alegre.
Así es que regocijaos, amigos todos, y leed alegremente lo que ahora sigue, dando recreo al cuerpo en provecho de los riñones. Mas escuchad, grandisimos asnos -¡así tengáis moquillo!-, no olvidéis beber a mi salud por igual, yo os imitaré sin tardanza".
Lo de que con gafas de sol se oye menos es irrebatible, lo siento.
emcima que tedan de comer que quieres que no tecobre idiota aprende a andar por la vida y respeta a quien te ayudo y no critiques la ideologia de otro estais vosotros pacllar =buru andi= dedicado al que fue a ver el mar a galicia.
Valiente anónimo: para que alguien escriba lo que tú has escrito sólo se me ocurren dos opciones. O lo haces con mala baba o eres un poco corto. No discuto con nadie en ninguno de esos dos supuestos.
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