Después de 37 etapas y 7.700 kilómetros (incluyendo el bucle navarro), éstas son algunas de las huellas que el viaje ha grabado en la moto, en la indumentaria y en la piel.
1. Zapatillas. Han estado 32 días consecutivos en mis pies, austeridad obliga. No sé si tirarlas a la basura o donarlas al Museo de la Ciencia. Un microbiólogo como los de Riotinto podría encontrar en ellas restos de tierrillas, pringues y bichejos de toda España. Por eso mismo, también pueden servir como prueba, fetiche o icono de la unidad nacional: ya veo a las zapatillas dentro de una vitrina, sacadas en procesión y veneradas por masas jimenelosánticas que coreen eso de "¡España una, y no cincuenta y una!". Si recibo buenas ofertas, puedo cederlas para que sustituyan al toro de Osborne como icono nacional. A ver si vamos a empezar ahora con escrúpulos.
2. Moreno agromán. Desde esta misma mañana he comenzado el proceso de equilibrio cromático cutáneo (o sea, me he tumbado en una semidesierta cala tarraconense a leer el periódico y a que el sol me iguale, para no parecer un anuncio de helados de nata y chocolate).
3. Asimetría en la vespa. Como veréis, falta el espejito derecho. La moto tiene una notable tendencia derechista (las cuatro veces que se ha ido al suelo -por suerte, todas sin que estuviera yo encima- ha caído a la derecha). El espejo lo perdí después de que la moto se me cayera en la irregularmente empedrada Plaza Mayor de Cáceres, mea culpa por apoyarla mal.
Y veréis que la viserita de plástico que protege el manillar está partido, como si le faltara un diente. Esta vez la culpa fue de un ruso, que anteayer me tiró la moto al tocarla con su coche en una gasolinera castellonense, mientras yo pagaba. Salí corriendo, el ruso intentaba levantar la moto y entre las dos la enderezamos. Eché un vistazo y vi que esa viserita estaba partida. La mujer del ruso chillaba como un papagayo: "¡Eso estaba roto antes, estaba roto antes!". La tecnología digital me ofreció un gran momento victorioso. Saqué la cámara y enseñé a la mujer una foto de la vespa en los desfiladeros del río Mijares. "Mire, señora, este lugar está a 10 kms de aquí, ¿lo conoce?, pues la foto es de hace un cuarto de hora, y mire, la visera estaba completa". Mientras tanto, el marido, que era un tipo amable y legal, encontró en el suelo el pedazo de plástico roto de la visera. Ante las pruebas, la señora se calló y se metió en el coche. El ruso me preguntó si quería que arregláramos el asunto con el seguro o simplemente con dinero. Le dije que no hacía falta complicarse mucho, pero que yo no sabía cuánto me podía costar reparar la pieza. "¿Te doy dinero?". "Bueno, no sé, dame 20 euros y ya está". El ruso me dio 20 euros y me ofreció su número de teléfono por si la reparación me costaba más, pero le dije que no hacía falta. Nos estrechamos la mano y punto. Tengo curiosidad por saber cuánto me costará el asunto (¿abrimos una porra?) pero casi prefiero que sea un poco más de 20 euros que un poco menos, porque el ruso, qué le vamos a hacer, me cayó muy bien y el pobre tenía una mujer histérica y egoísta.
13 junio 2006
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6 comentarios:
Ningún caballero que se precie puede mostrar menos cicatrices que su caballería. A Pegaso le dolía tanto una brizna en el ojo como una astilla en la pezuña. Todo eso curte. Saludos y no te desprendas nunca de la Vespa, que puede que sea lo único que nos quede a todos en común. Saludo fugaz, Emilio
Esperamos las próximas fotos según se vaya igualando el moreno. No pases de la protección, no vayas a quedarte ROJO y moreno.
Qué bueno la "prueba" de la cámara, qué tiparraca tan pesada!! Cómo es la gente... Las zapatillas son la identidad corporativa de todos tus viajes, deberías hacerte un logo para toda tu colección. Yo me ofrezco a hacerlo.
Los rusos ya no son lo que eran... En la era estalinista, te habría pateado la vespa hasta el final y tú tendrías un cuento sórdido, a lo Dostoievsky. En cambio, ahora, tienes una sosa historia de la aparente amabilidad contemporánea. Y tienes la vespa, claro.
Error: si le llegas a pedir el movil ahora tendríamos un contacto directo con las mafias rusas en la costa española. Y eso no tiene precio.
58 euskos incluida la mano de obra.
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